Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

jueves, 9 de febrero de 2023

La selva y la patria

 Mi paso anterior por aquí fue hace ya siete años.

Y no es que la última entrada fuera la causa, pero mucha agua ha corrido bajos los puentes desde entonces.

En lo profesional, varias obras escritas, algunas éditas y otras inéditas, de las que iré publicando fragmentos. Comencemos:

 

Este es mi escudo. Con él voy a entrar. Mi escudo es mi pecho. Mi propiedad. Mi libertad. Todo y nada. Cuánto ha quedado de mí en el camino. En tantos caminos. En aquellos de los años jóvenes, cuando cantábamos después de sembrar los campos, cuando nos alumbrábamos con velas y jugábamos a hacer figuras en las sombras, bichos que la luz tenue proyectaba sobre una pared de cal, cuando nuestros cuerpos, inmaduros, pero ya curtidos, no imaginaban que habría otra selva. Otras fieras. Otros riesgos.

Será una larga noche. Des asfixia. De sed. De miedo.

Y si no llego al claro, amada, recuérdame tal como aparecí aquella tarde en una acera de la ciudad, y no sabíamos de los comisarios, ni del telón de acero, aquella vaga cortina al otro lado del mundo, y el amor no estaba despedazado como un puzle gigantesco esparcido sobre el mar.

 

Fragmento de Selva, del libro Cuando salí de Cuba, Caldeandrín Ediciones, 2018

sábado, 26 de noviembre de 2016

Se partió el Caballo



“Es la hora de tu generación”, termina el primer wassap que recibo avisándome de la notica. ¿Lo es?, me pregunto.
Creí que me cruzaría alguna emoción cuando me llegara esta noticia. Pero no ha sido así. Lo primero que me viene a la cabeza es una Cuba dispersa por el mundo. Es responsabilidad del ahora fallecido anciano. La segunda, el país…, la Isla, como gustamos decir aquende los mares, se queda en su lugar y en posesión de la herencia que nos deja el Number One:
-  Los hospitales y la escuelas, los dos “logros” que todo viviente cita cuando se le pregunta por Cuba, están en ruinas. Los educadores y los médicos, los buenos, los apasionados, los inteligentes, los necesarios, en el extranjero o allí, languideciendo entre el polvo de las calles, el sudor del verano nacional y la escasez subiendo siempre en espiral inversa.
-  Las instituciones en manos de funcionarios mediocres, concentrados en ocupar su tiempo en mangar lo que caiga y evitar al prójimo que haga lo mismo.
-  La cultura con el corazón partío: la oficial haciendo lo que puede por disimular lo indisimulable, y una paralela que se esconde cada vez menos, luchando por mantenerse fuera de las oficinas de la Seguridad del Estado, ese largo brazo, creación del finado, que lo sobrevivirá quién sabe con qué renovadas fuerzas en manos del brother heredero desde 2008.
-  Los campos de Cuba, en su largo letargo bajo el marabú.
-  El fondo habitacional, las infraestructuras y el parque automotor cayéndose a pedazos, soportando la pátina del tiempo, como gustan decir los escultores.
-  La economía jugando al Black Jack hasta las tantas. Y siempre perdiendo, claro. ¡Esa obcecación del jugador empedernido!
-  Las empresas estatales disimulando una autogestión con CUC (Cuenta Única del Comandante)…
-  La sanidad a la expectativa: que si los huracanes, el cólera, el zika, el dengue…
 Y lo más doloroso: unos ciudadanos que han aprendido a maltratarse entre sí, incapaces de reconocer que el mal no es el de al lado, sino el de arriba, que el maltrato al que someten a un igual es la expresión de una reacción que no han sabido canalizar desde el mismísimo 8 de enero de 1959; que se desinteresan del problema nacional y solo ansían una visa para largarse a cualquier sitio, pero con los ojos puestos en el destino final: USA; que inventan herramientas, instrumentos, accesorios de todo tipo, que hacen su propio marketing en el barrio, la ciudad y las redes sociales (sí, hay wifi en los parques; sí, hay acceso a facebook; sí hay teléfonos móviles para todo esto) para sacar adelante unos negocios ‘por cuenta propia’, sin almacenes mayoristas, pero con impuestos en estimación directa y un cuerpo de inspectores ante los que la Hacienda de cualquier país europeo palidece.
¿Qué va a cambiar ahora? Nada. Una isla no se va de las manos como un país con fronteras terrestres; de un ejército en manos del dictador de turno no nace un golpista (demasiadas purgas estalinistas en seis décadas); en la oposición hay tantos grupos y organizaciones que se conocen mal, trabajan aislados y son tan reprimidos cada dos por tres que no se ve un liderazgo capaz de levantarse como interlocutor del gobierno; y el exilio está tan dividido y hay tantos intereses creados, tantas pasiones acumuladas en décadas de rumiar frustraciones y deseos que pasa como en la canción de Sindo Garay: Las penas que a mí me matan son tantas que se atropellan y como de acabarme tratan, se agolpan unas a otras y por eso no me matan.
Yo me quedo tarareando la canción.

jueves, 5 de mayo de 2016

¡Qué bolá, Chanel!


Foto tomada de El Mundo
Dice El Mundo que “a la nueva Cuba del deshielo sólo le faltaban el glamour y el lujo para demostrar que va cambiando paso a paso tras el acercamiento con Estados Unidos” y El País cita a los famosos que vieron el Prado convertido en pasarela por la que con el rubio sol del atardecer, etcétera, desfilaron los modelos que exhibieron la colección Crucero…
Que Cuba se va “abriendo”, descongelando, diríamos en buen cubano. Que se vuelve a poner de moda el “¡Qué bolá, asere!”, porque así saludaron Obama a Pánfilo y Vin Diesel, el de A todo gas, a los pocos habaneros que se colocaron tras las barras (como siempre) que dejaron franco el Prado a los invitados, los Castro Junior’s entre los primeros.

Luego la colonial Plaza de la Catedral para el famoseo que ya aburre en Europa…

¿A quién beneficia esta presencia en La Habana? Dice la opinión pública, que siempre tiene la razón, que son los signos de los nuevos tiempos. Que Obama, los Rollings y ahora Chanel son señales de que no hay marcha atrás. Y todo eso.

De modo que tras cincuenta y pico de años pasando el Niágara en bicicleta, solo hacen falta tres cosas, un presidente americano, negro, demócrata y premio Nobel, para más, un mito sobre el escenario, un actor de cine y el Prado travestido en glamour para que nos olvidemos de una dictadura que ha asfixiado varias generaciones, exportado guerras a África, financiado guerrillas en Hispanoamérica, facturado sus médicos, sus maestros y muchos otros técnicos a Venezuela, Guatemala, Angola, Ecuador…

Cuba se está convirtiendo en una desgracia. Si no, busquen en internet (a mí se me revuelven las tripas nada más intentarlo) el recibimiento tributado al primer crucero de USA, la marcha, cada domingo, de las Damas de Blanco, especialmente cómo terminan, las noticias de accidentes de tráfico con estadísticas y todo, en el que aparecen los medios de transporte en el que hay que desplazarse de un extremo a otro de la Isla, la de los cubanos varados en Centroamérica, los balseros que siguen llegando a las costas de la Florida, ahora grabados con sus propios móviles y subida la arribazón a las redes sociales; el estado de las carreteras, de los hospitales, de las tiendas (shoping), la cara de desencanto de la gente fuera de los circuitos turísticos.

No sé cuándo empezará a olvidarse el mito de los cubanos alegres, cumbancheros, hospitalarios y todo ese etcétera de los cándidos turistas que ahora empiezan a copar los hoteles, las casas de renta, las barras con sus veintisiete mojitos hechos en serie para asombro de los sedientos; de las mulatas divinas con esa risa de oreja a oreja ofreciendo su… país al visitante admirado y se empezará a pensar en que, digan lo que digan, todo eso que llaman “señales de cambio” no son más que guiños del gobierno actual para que lo dejen en paz en su inamovible sillón octogenario que pasará a la generación siguiente sin que ni dentro ni fuera cambie de verdad nada. ¡Créanse que es imposible el castrismo sin los Castro!

¿Qué ya no estamos donde estábamos en 1994? No; ahora estamos mucho peor, porque el gobierno ya sabe cómo tener eso que llaman “mano izquierda” con la opinión pública internacional y cómo dar un poco de circo y algo de pan (y de pescozones) al pueblo, puesto que allí nunca usamos la palabra ciudadanos, que suena a burguesía pura. Con que se lleguen de vez en cuando algunos famosos a La Habana y digan ¡Qué bolá!, ya habrá titular en los diarios de aquí y de allá. Algo se mueve, dirán. Y al mojito, asere, que hace un calor de tranca.