Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

sábado, 31 de marzo de 2012

Cuba entre Escila y Caribdis

Cantemos: Había una vez un barquito chiquitico, que no podía, que no podía, que no podía navegar. Pasaron uno, dos tres, cuatro…, cincuenta y dos años, y el barquito que no podía, que no podía, navegar…
Seguí con atención y escepticismo la visita del Papa a Cuba. Desde aquí, claro. ¡Mira que me repito veces que debo recibir casi con indiferencia el comentario “Algo se mueve en Cuba”!, pero, aunque aparente lo contrario, mi hígado responde siempre con una contracción.

De los días de “descanso” de habaneros y santiagueros para que pudieran ir despejaditos a las sendas misas del santo Padre, los comentarios sobre la hora, llegada ya, de la reconciliación de la familia cubana, la frase dicha en México sobre el obsoleto marxismo, las tibias, amables tertulias en alguna cadena española de televisión y de la repetida petición de solo un minuto con el Papa –no concedido, como se sabe–, amén de comentarios más particulares sobre la visita de Ratzinger al santuario de El Cobre, me quedo con dos notas que han llamado mi atención primero, luego me han puesto a pensar y han terminado por desencadenarme esa contracción involuntaria que me deja duro el hígado a veces por muchos días.
Fidel le expresa a Benedicto XVI su deseo de verlo y este accede, aunque no estaba en el programa oficial (tampoco  una entrevista con las Damas de Blanco, por eso no las recibió), y declara en Cubadebate (sitio de internet a su entera disposición, Comandante) que si al Papa le agradaba ese modesto y sencillo encuentro, él lo recibiría gustosamente y,  para mi sorpresa y la de todos los cubanos de la isla, ¡acompañado de su familia!

La segunda nota ha sido una observación en El Mundo, haciéndose eco de fuentes italianas que barajan la posibilidad de que Fidel podría estarse planteando el abandono de su “recalcitrante ateísmo para volver a sus raíces católicas, habiendo sido educado en un colegio jesuita, pasado que ha recordado Fidel en varias ocasiones apostillando que “los jesuitas son buena gente”.
Hoy leo en El País un interesante artículo de Rafael Rojas que agudiza mi malestar hepático: un acercamiento explícito entre Iglesia y Estado que podría terminar en un modelo de gobierno en el que estaría incluida la ansiada y nunca encontrada fórmula triple A para salir airosamente hacia adelante sin derribar muros: transición pacífica, democracia y control total sobre la nación.

... y el barquito que no podía, que no podía, que no podía navegar…
¿Será posible que terminemos en un nacional catolicismo tras medio siglo de otros ismos que no nos han dejado en paz? ¿Será posible que a la falta de libertades públicas e individuales haya que añadirle la falta de libertad de espíritu? ¿De corderos de un hombre pasaremos a ser corderos de Dios?

Habrá que estar atentos a signos y síntomas que podrían aparecer, además de la tan citada “hora de la reconciliación de la familia cubana”: saldrán de las salas de Fondos Raros de las bibliotecas cubanas los nombres del Padre Varela, el católico Lezama Lima y el intelectual de los intelectuales, Cintio Vitier, católico hasta el momento de la extremaunción, sin olvidar a uno de los que más han hecho por la Habana Vieja, y que favoreció –con aquel discurso pactado con Fidel en el Congreso del Partido– la entrada a las filas de la militancia comunista a los católicos y, en general creyentes cubanos, el historiador Eusebio Leal.
¿Y fuera de Cuba, con qué ojos sería visto este “tránsito”? Miremos: Hugo Chávez es católico y su pueblo lo es; la tradición de fe religiosa en Estados Unidos está más que probada; de la mano de uno de sus pastores, el reverendo Jesse Jackson llegaron a Cuba los argumentos necesarios para el “sí quiero” imprescindible para que las iglesias evangelistas brotaran como setas. Ya sé que no es lo mismo ser cristiano que católico, pero ahí los tienes a todos cada domingo de nueve a una concentrados en la Palabra del Señor, absortos en la fe y más bien ausentes del problema nacional. Pensarán que no es cierto, que las Damas de Blanco demuestran lo contrario, pero ellas son unas cuantas decenas entre los millones de habitantes.
El resto de América puede estar cayéndose a pedazos, pero las masas siempre tendrán un primer y último pensamiento al que aferrarse: “Si así lo quiso Diosito…”
¿Y Europa? Con la España de Rajoy habría diálogo fácilmente y esa sería la puerta por la que se entra sin dificultad en Bruselas. ¿Y China? Nos queda demasiado lejos, más lejos que la ex Unión Soviética. De modo que la canción infantil que estoy citando no me la escuchan a mí, es que imagino al Invicto Comandante tarareando mientras espera el libro pedido al Papa: … Y si esta historia no te parece larga, la volveremos, la volveremos a empezar.