Hoy, catorce de julio, nos habríamos despertado a ver los sanfermines. Tú, con un “buenos días, cariño”; yo, con un “felicidades amor”. Tú restando solemnidad; yo, poniendo alegría. Tú habrías puesto Radio Clásica y yo escucharía a Chabuca Granda.
Pasadas
las nueve, que te bajarías a la librería; yo, que te quedes, que el día del
cumple uno se lo toma libre. Tú, que te bajas, por si pasa el Jardinero, o el
Abogado o el padrazo de los tres hijos, que los viernes te acompaña a un
carajillo.
Cerca
de la una, me voy a por el coche y te hago de "choferesa", diría en ese juego semántico
a buscarle femenino a todos los sustantivos neutros; tú, entre risa y más
aportaciones, que a ver si acaba de pasar esa jodida moda.
Nos
habríamos ido por aquella carretera entre pinares a almorzar (sí, “almorzar”,
nunca renuncié a mi español caribeño). Tú, a paladear un buen tinto, “para eso
estoy invitado”; habrías dicho con un conato de sonrisa (¿a mí o a la
camarera?, habría dicho yo, en aquella actitud celosa, mitad verdad, mitad
mentira); yo a decidirme por un pescado en un asador, que es como pedir peras
al olmo.
Allá
para los postres, viendo venir que empezabas a perderte en la selva oscura,
donde cada vez con más frecuencia y tiempo te me escapabas, yo te hablaría del
folio escrito en la mañana, esa novela a la que por fin he vuelto. Tú, que no
me cuentes nada, que me gusta leerte de un tirón; yo, que necesito saber si voy
por buen camino, que el tono, el estilo…, esas cosas. Tú insistiendo que prefieres
tener el original impreso a dos espacios y con cuerpo catorce, cuando lo dé por
terminado, si para entonces… Yo, con dos lagrimones asomando; tú, bromeando
para quitar yerro: “ya te salió el alma caribeña”. Yo alzando mi copa, ¡salud!,
dicho con todo mi ser, queriendo que esas cinco letras obren el milagro…
Pero
estoy sola, cariño. Y voy hasta aquel árbol y me abrazo a él para escucharle el
alma, imaginando que el suave movimiento de sus ramas está devolviéndome una
caricia.
Y
en un bar de pueblo, entre los veraneantes que han ido a por el aperitivo, me
pido una cerveza que dejo a medias, porque se me atraganta esa frase terrible
que aún me quiebra: “a tu memoria”.
Un
año más, querido. Hoy sin Radio Clásica, pero con ese estribillo todo el día en
mi cabeza: “caballero de fina estampa, quién te pudiera guardar”.