Que hayan llegado empresarios norteamericanos a La Habana en busca de oportunidades de negocio; que hayan sido recibidos por la mujer más importante de
Cuba en las conversaciones con Obama; que JetBlue y MasterCard estén
posicionándose, podría hacerme aplaudir y hasta dar la razón a aquellos que
todavía se me acercan con la frase de “algo se mueve en Cuba, ahora sí”, por
delante.
Sin embargo, sigo siendo muy conservadora en mis opiniones y mis
esperanzas en el cambio y lo único que veo algo más claro es la posibilidad de consumir
yogures Chobani, que al parecer ya tienen representación en la Isla.
Raúl Castro no se ha cansado de repetir desde la primera ronda de
conversaciones sus ‘profundas diferencias’ ideológicas con Estados Unidos, a
pesar de que ha exonerado de responsabilidad a Obama quien, al parecer, empieza
a pasársele la mala conciencia por lo poco hecho para ratificar el Premio Nobel
que le adjudicaron no bien llegó a la Presidencia de su país.
Presiento, con dolor, que Cuba está entrando de cabeza en el modelo
chino, a la tropical, si eso sirve de consuelo. Tal como vivimos el ‘acento
tropical’ de la era soviética (con nuestro Gulag propio y todo), así
asistiremos al cambio de color en marcha. Porque los Castro han insistido en
que no cederán. Y a la larga, creo amargamente, que lo están consiguiendo.
Y seremos, ¡al fin!, amigos de los malos que producen bueno, como
siempre se dijo sotto voce. Pero en Cuba seguiremos siendo los mismos que no
podemos reunirnos para hablar de política sin que aparezcan por allí unos del
barrio para, dos minutos después, dar el chivatazo; los mismos sin opción a dialogar
desde posiciones opuestas, los mismos sin más derechos ni más esperanzas que
repetir la frase en tono de choteo ‘a lo mejor para el año que viene’.
Lo que pasa es que hasta que empiece a notarse eso que se mueve, han de
transcurrir no se sabe cuántos años aún. Sí se verá en menos de nada
a los hijos de los nuevos ricos de Cuba haciendo turismo por donde se les
antoje, montando sus tiendas de ropa (también de Amancio Ortega, que todo se
andará), sus franquicias de McDonald’s, sus concesionarios de autos americanos,
el sueño cubano, ese sí, o sus inmobiliarias para vender las casas construidas a
las que los simples mortales, mis paisanos, tardarán en acceder, a menos que se
dejen, como aquí, el dinero que han de terminar de pagar a los bancos sus
nietos.
Mientras, el país seguirá su senda socialista, así como China. Unos,
los cubanos, cambiarán de explotadores; otros, los que tienen poder en la política
internacional, incluida la opinión pública, mirando para otro lado cada vez que
se mencione la palabra tabú: derechos humanos, una frase que nadie quiere
escuchar cuando entran a escena los intereses comerciales, financieros y, en
última instancia, políticos. Y todo en nombre del ciudadano, como aquí.
Una cosa sí veo venir: cambiará la frase que se escucha desde el
amanecer hasta bien tarde, aquello de ¡Pan calentico, vamos, coge tu pan
calentico aquí!, por el ¡Coge tu chobani aquí, vamos, fresquecito del yuma!