Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

viernes, 14 de julio de 2023

Caballero de fina estampa

Hoy, catorce de julio, nos habríamos despertado a ver los sanfermines. Tú, con un “buenos días, cariño”; yo, con un “felicidades amor”. Tú restando solemnidad; yo, poniendo alegría. Tú habrías puesto Radio Clásica y yo escucharía a Chabuca Granda.

Pasadas las nueve, que te bajarías a la librería; yo, que te quedes, que el día del cumple uno se lo toma libre. Tú, que te bajas, por si pasa el Jardinero, o el Abogado o el padrazo de los tres hijos, que los viernes te acompaña a un carajillo.

Cerca de la una, me voy a por el coche y te hago de "choferesa", diría en ese juego semántico a buscarle femenino a todos los sustantivos neutros; tú, entre risa y más aportaciones, que a ver si acaba de pasar esa jodida moda.

Nos habríamos ido por aquella carretera entre pinares a almorzar (sí, “almorzar”, nunca renuncié a mi español caribeño). Tú, a paladear un buen tinto, “para eso estoy invitado”; habrías dicho con un conato de sonrisa (¿a mí o a la camarera?, habría dicho yo, en aquella actitud celosa, mitad verdad, mitad mentira); yo a decidirme por un pescado en un asador, que es como pedir peras al olmo.

Allá para los postres, viendo venir que empezabas a perderte en la selva oscura, donde cada vez con más frecuencia y tiempo te me escapabas, yo te hablaría del folio escrito en la mañana, esa novela a la que por fin he vuelto. Tú, que no me cuentes nada, que me gusta leerte de un tirón; yo, que necesito saber si voy por buen camino, que el tono, el estilo…, esas cosas. Tú insistiendo que prefieres tener el original impreso a dos espacios y con cuerpo catorce, cuando lo dé por terminado, si para entonces… Yo, con dos lagrimones asomando; tú, bromeando para quitar yerro: “ya te salió el alma caribeña”. Yo alzando mi copa, ¡salud!, dicho con todo mi ser, queriendo que esas cinco letras obren el milagro…

Pero estoy sola, cariño. Y voy hasta aquel árbol y me abrazo a él para escucharle el alma, imaginando que el suave movimiento de sus ramas está devolviéndome una caricia.

Y en un bar de pueblo, entre los veraneantes que han ido a por el aperitivo, me pido una cerveza que dejo a medias, porque se me atraganta esa frase terrible que aún me quiebra: “a tu memoria”.

Un año más, querido. Hoy sin Radio Clásica, pero con ese estribillo todo el día en mi cabeza: “caballero de fina estampa, quién te pudiera guardar”.


martes, 6 de junio de 2023

Triunfo sin gloria, de Tony Álvarez Gil

 

Entre los escritores de la llamada Segunda Generación republicana en Cuba, la de los nacidos hacia la década de 1880, está Carlos Loveira, autor de dos novelas de tesis, Generales y doctores y Los inmorales, en las que refleja la injerencia norteamericana, mucho después de la segunda intervención, pero igualmente presente, en particular en la economía (siempre esos asesores), el politiqueo nacional y la corrupción frente a la cada vez más marcada diferencia de clases y el descontento, dos décadas después del fin de la presencia de España en la Isla. Los generales y doctores que, de buenas a primeras, aparecieron en la joven República y se hicieron cómodamente con el control del país.

Ha pasado un siglo desde Los inmorales y Generales y Doctores y aparece una novela que no tiene desperdicio, Triunfo sin gloria, del escritor cubano-sueco Antonio (Tony) Álvarez Gil.

El paisaje histórico es el de los años finales de España en Cuba, entre Weyler y el general Blanco y la ocupación norteamericana de los cuatro años siguientes, hasta que se produce el “traspaso”, hay elecciones y se iza, por primera vez en las instituciones libres, la bandera cubana.

La historia transcurre en los campos entre La Habana y Matanzas, zona donde operó Manuel García, “el Rey de los campos de Cuba”. Y, a propósito del personaje, cito a Ciro Bianchi: “José Martí rechazó los 8 mil pesos que le ofreció para la guerra porque eran fruto de un secuestro, pero no le negó el derecho a combatir por la independencia de Cuba. Dirá Martí a Máximo Gómez: “Manuel García, en carta triste y sumisa, espera órdenes”. Y el propio Gómez escribe a Francisco Carrillo, jefe de la Revolución en Las Villas: “Cuente con Manuel García”.

El protagonista de Triunfo sin gloria encuentra en la banda de Manuel García su oportunidad de “hacer algo” por su tierra y por su gente y, patriota genuino, terminará combatiendo en las filas cubanas hasta la firma el tratado de paz entre España y los Estados Unidos de América y en el que Cuba no participó, conocido como Tratado de París, por el que España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. Y menciono este detalle porque aquí comienza la decepción de los cubanos patriotas que se preguntan para qué han luchado; los jefes “juegan en un tablero de ajedrez” y los soldados “solo somos peones”, comentan los personajes de Triunfo sin gloria.

Y este es el triunfo de esta novela: narrar la decepción de los soldados con sus jefes mambises, ese lado de la historia de Cuba que la historia oficial de la isla se ha empeñado en mantener más o menos silenciado, porque los mambises, especialmente los jefes, patriotas inmaculados, no pueden ser manchados con defectos de los seres humanos.

Pero Tony Álvarez cuenta la historia desde la perspectiva de los guajiros, la gente de campo que sufrió la reconcentración -ese horror que a los historiadores cuesta inscribir como el primer holocausto contemporáneo-, combatió, perdió familia, tierra y hasta la vida, convencidos absolutamente de que era más importante ver a Cuba libre que todo lo demás. Leonardo Quintana, el protagonista, herido una y otra vez, nos conduce en mil peripecias, por esos horrores; es partícipe no sólo de conspiraciones, escaramuzas y enfrentamientos, machete en mano, contra el poder colonial, sino de lo que viene a continuación desde su génesis: esos “doctores” que están a la espera, que desayunan como príncipes cuando los reconcentrados se caen muertos de hambre, literalmente, en las calles de San Juan, el pueblecito donde se enmarca la mayor parte de la historia, y que, llegado el momento, aparecen con sus inmaculados trajes de dril cien, en las instituciones, desde el Ayuntamiento hasta el Senado de la nación, olvidándose, de paso, de los Leonardo Quintana, a quienes le niegan ayuda, una vez en sus sillones y sus despachos.

Pero, a pesar de todo, Leonardo Quintana no pierde la fe ni la voluntad de luchar por su presente y por su futuro, convencido de que “la patria es de todos”, aquella frase vibrante de José Martí de la que muy oportunamente se valieron esos generales y doctores de Loveira y de Tony Álvarez.

Una novela valiente y bien narrada (y bellamente editada por Ediciones HUSO), que pone el foco en la intrahistoria y deja fuera a los grandes héroes en sus pedestales, para contar las desgracias del cubanito de a pie, el que, en definitiva, siempre ha puesto el alma y la sangre, mientras en los despachos se ha vivido, hasta hoy, mejor que el Rey de los campos de Cuba.

 

Triunfo sin gloria

Antonio Álvarez Gil

Ediciones HUSO

ISBN 9788412680317

20,00 €

jueves, 9 de febrero de 2023

La selva y la patria

 Mi paso anterior por aquí fue hace ya siete años.

Y no es que la última entrada fuera la causa, pero mucha agua ha corrido bajos los puentes desde entonces.

En lo profesional, varias obras escritas, algunas éditas y otras inéditas, de las que iré publicando fragmentos. Comencemos:

 

Este es mi escudo. Con él voy a entrar. Mi escudo es mi pecho. Mi propiedad. Mi libertad. Todo y nada. Cuánto ha quedado de mí en el camino. En tantos caminos. En aquellos de los años jóvenes, cuando cantábamos después de sembrar los campos, cuando nos alumbrábamos con velas y jugábamos a hacer figuras en las sombras, bichos que la luz tenue proyectaba sobre una pared de cal, cuando nuestros cuerpos, inmaduros, pero ya curtidos, no imaginaban que habría otra selva. Otras fieras. Otros riesgos.

Será una larga noche. Des asfixia. De sed. De miedo.

Y si no llego al claro, amada, recuérdame tal como aparecí aquella tarde en una acera de la ciudad, y no sabíamos de los comisarios, ni del telón de acero, aquella vaga cortina al otro lado del mundo, y el amor no estaba despedazado como un puzle gigantesco esparcido sobre el mar.

 

Fragmento de Selva, del libro Cuando salí de Cuba, Caldeandrín Ediciones, 2018