Yo
no creo. Pero por si acaso. Es lo que se dice en Cuba cuando se destapa una
botella de ron: el primer trago pa los santos, mi hermano. Yo no creo en nada…,
pero por si acaso. Cuántos tragos se habrán derramado en cinco décadas “por si
acaso”.
Finalmente
no ha sido el 8 de septiembre, día de la Virgen de la Caridad del Cobre,
patrona de Cuba, coronada por Benedicto XVI. Ni tampoco el 4 de diciembre, día
de santa Bárbara, o Changó, como prefieran mis coterráneos; tal vez no convenía
demasiada beligerancia para una noticia que anuncia paz y gloria, ambas cosas
esperadas por casi casi 56 años. Porque, ya se sabe, la amalgama de truenos, rayos, virilidad, danza y
fuego no son los atributos idóneos para recibir a tres paisanos…, tal vez solo
hablar de justicia… Ha sido el día de san Lázaro, de Babalú.
Yo, como todos, he estado pendiente de
internet –esa cosa tan cara para los cubanos de la Isla– a ver qué dijeron
simultáneamente Obama y Raúl y luego qué va cayendo por aquí, por allá, en este
medio, aquel país, esta otra persona, el de más allá, lo que dicen unos,
comentan otros, interpretan terceros, cuartos y quintos…, etcétera, etcétera,
etcétera…
Uno habla de un paquete de medidas
casi perfecto, a la altura de su Premio Nóbel, podríamos afirmar. El otro,
vestido de verde, con su voz solemne de los grandes acontecimientos (despedidas
fúnebres, secuelas de huracanes, cambios de ministros y otras defenestraciones
al uso), habla de la inmensa alegría de recibir de vuelta a los tres “patriotas
injustamente encarcelados”.
No niego que las familias de estos
hombres estuvieran felices. No niego que la emoción del encuentro fuera impactante,
al fin y al cabo se trata de 15 años presos en otro país.
Sin embargo, tengo la impresión
de que solo se está mirando lo que más se desea, y que nos está cegando la
pasión. Más de medio siglo tiene eso: no hay manera de contener los sentimientos.
Unos se preguntan si está a punto de
llegar la Primavera de La Habana; otros si es el Día D. Yo misma he aludido en
Facebook a una (nuestra) Puerta de Brandeburgo. Pero son los menos. O yo no he
mirado bien todavía.
¿Qué opina el común de los mortales? Que
ha llegado al fin el momento de las grandes inversiones, de los negocios, de la
viajadera, vaya, y de empezar a vivir, después de este letargo que, si no se
apuran unos y otros, cumple 60 años así, como si nada.
Ya me parece escuchar la frase: “Algo
se mueve en Cuba”. Para mí todo está en el mismo sitio que el día 16, cuando
comenzaban a calentar los cueros y adornar los altares con las ofrendas a
Babalú. Algo se moverá cuando llegue a La Habana y no me miren con cara de
sospechosa en el control de Aduana; cuando no me registren allí hasta los
bolsillos en busca de "algo" prohibido que pudieras estar entrando al
país; cuando pueda hablar libremente de cómo se vive en el "capitalismo"
sin que me crean pagada por la CIA; cuando mi madre pueda viajar a USA a
conocer a su nieto de tres años (lo ha intentado varias veces y solo ha
conseguido perder mucho dinero en los trámites) con solo realizar los trámites
pertinentes; cuando vea otra vez paseando por Malecón a Ángel Santiesteban;
cuando no haya que pedir unas aspirinas a algún amigo que viaja a Cuba, cuando
pueda escribir a mi familia a través de Yahoo, Facebook...; cuando desaparezcan
las colas interminables para viajar, comprar comida...; cuando se hayan
extinguido los revendedores de dólares; cuando un policía me salude amablemente
en la calle y desaparezca de su cara la prepotencia y el autoritarismo con el
que te piden identificación; cuando dejen de maltratar a las Damas de Blanco…
Solo entonces, como dice la canción, Babalú Ayé, voy a hacerme un despojo
cabeza y pie.
Coda:
Pasada la borrachera inicial, hoy veo que se ha tratado, simplemente, de un
intercambio de espías. Pero voy a seguir leyendo, por si acaso…