Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

lunes, 4 de abril de 2011

Autónomos vs cuentapropistas

La semana pasada, por segunda vez en la Ventanilla Única, dejó de estar en paro y empezó a formar parte de otras estadísticas: el paro que desciende en Ávila, el fomento del autoempleo, el alta en la seguridad social, el incremento en la cifra de autónomos y el NIF inscripto en Hacienda (¡ay, Hacienda!).
Unos miraban casi con condescendencia, ¡dónde vas, con esta crisis!, otros con admiración, ¡adelante que de los cobardes no se ha escrito nada!, otros con respeto, ¡mira que venir a darnos lecciones de cómo llevar la empresa sin un gestor que se encargue!
Tenía dos ideas en la cabeza, obsesivamente dos: sacar adelante una empresa editorial, que cuando los ingresos den de comer, ya pensará con más ambición. Y en sus paisanos que se las ingenian ahora mismo para sacar adelante un negocio por cuenta propia, hacerse cuentapropista, vaya, que allí somos muy prácticos y no sabemos qué es eso de autónomos, dado que llevamos más de medio siglo tutelados, o sea, en una silla de ruedas y de pronto nos han dicho como Jesús a Lázaro, ¡levántate y anda! Ah, y nada de un solo sitio donde te esperan todos los funcionarios con sus impresos listos y sus PCs con la base de datos para entrar los tuyos (aquí sí “me lo coge”, no como en Sanidad, etc., pero esta digresión no viene al caso), con las indicaciones de los impuestos que has de pagar y la libertad para emplearte a fondo y la ilusión de saber que de tus manos y de tu frente saldrá el pan nuestro de cada día.
No, allí los comentarios que escuchó en boca de amigos y conocidos hace muy poco eran de otro tipo: “No me da la cuenta”, “Yo me quito de esto y sigo luchando como hasta ahora” (es decir, ilegalmente), “Prefiero seguir así, aunque me la esté jugando, pero el papeleo no hay Dios que lo soporte”.
A estas alturas es claro que allí es impensable una subvención para iniciar, aunque después termine repercutiendo en tu IRPF, un plus por ser mujer, o menor de 30 años, o tener hijos pequeños o discapacitados a tu cargo… Es decir, allí con todas esas condiciones juntas, compóntela como puedas, saca facturas de debajo de la tierra, pon los precios que te permitan sobrevivir, paga “eso de la seguridad social”, aunque no puedas jubilarte en los próximos 50 años, inventa, mi hermano, inventa, aunque no se publiquen las cifras de paro, aunque no haya ayudas por desempleo de larga duración, ni gestor que se las vea con dos monedas, solo los inspectores haciéndote la vida imposible porque todo el mundo “quiere vivir” y te expolian, te sacan el jugo, para que me entiendas y la gente no quiere saber de negocitos de tres centavos, sino de una solución definitiva, a lo mejor para el año que viene, como dice la canción…
Ha tenido suerte el nuevo autónomo. Mucha suerte: se dedicaré a lo que le gusta, y si encima le da dinero… Y también tararea la canción, mientras escribe la memoria para una ayuda “a lo mejor para el año que viene, lo bueno sucede”.