Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

viernes, 13 de agosto de 2010

Felicidades, De Castro

El uno tiene los ojos claros y la mirada limpia; habla pausadamente y sus ademanes son tan suaves como el felino de su signo zodiacal. Toca el piano, habla inglés, un poco de francés y en poco tiempo, alemán. Es científico, pero no presume de ello. Ni de sus resultados, a punto de ser comunicados en Estocolmo. A pesar de su amplísima cultura es lacónico…, quiero decir, podría disertar lo mismo sobre Marcel Proust, Debussy, el canto gregoriano o la política. Pero no le interesa la política, esta, la actual; es decir, tiene sentido común. Ayer cumplió 28 años, lo que significa que acaba de nacer, tiene el mundo por delante…, y todo eso que solemos decir cuando andamos ya por la media rueda.
El otro cumple 84. Tiene ojos que achica para medir la respuesta, y mirada de cobra, dura, imperativa. Cuando debe decir sí o no, se extiende todo lo que le permiten sus facultades mentales, desde las ocho horas hace cincuenta años hasta los tres cuartos hace unos días. Su índice derecho enhiesto es todo un símbolo. Tiene un pésimo oído musical; creyó que hablaba inglés hace medio siglo (los estudiantes de Lawrenceville School, en Nueva Jersey y los de Princeton y Harvard se miraban con risitas cómplices y sin enterarse muy bien de un discurso cargado de un léxico extraño y una fonética poco menos igual) y ha confesado que sus gustos musicales se centran en los himnos y marchas (obviamente, si son de izquierdas). Ha jugado a la ruleta rusa (con la sien ajena, eso sí), al pócker y a las damas chinas; ha dado jaque mate a reyes, ha derrumbado torres, sacrificado caballos y engullido peones en su ajedrez peculiar. Ama al pueblo, pero desprecia al individuo, como diría mi paisano Cabrera Infante. Debería abrazar la literatura, puesto que parece haberse decidido por escribir unas memorias, pero prefiere la política. Otra vez.
El primero trasmite paz; al segundo le ha dado por anunciar la llegada del Armagedón. El primero es la explosión de la vida. La imagen del segundo reaparece y trasmite angustia y agotamiento. El primero cumplió años ayer. El segundo está cumpliéndolos hoy.
No los separa un día, sino el tiempo y el espacio, que es mucha distancia.
Y aunque pudieran parecerse, la preposición del apellido en el primero marca un abismo de diferencias, así que no se equivoquen al teclear en Google, que he dicho “Felicidades, De Castro”.