Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

Escribir sobre ello y más.

martes, 20 de abril de 2010

Subir la roca

Sí, como Sísifo. Eso me está pasando desde 1965. Puede ser que me digan exagerada. Pero ya no me importa lo que me digan. Hoy ha ocurrido que me toca subir con la roca a cuestas, pero como ya no cuento las veces que me ha sucedido, ni qué número hace esta vez en la lista, me da lo mismo. De pronto bajo la ducha se me han ido todos los miedos, todas las dudas y con ambos la idea de que debo vivir permanentemente en la autocensura. Se acabó.
Porque, ¿cómo puede ser que me haya ido tan lejos y aún sienta sobre mí el peso tremendo del miedo? Tampoco me avergüenza decir que he sentido mucho miedo. Ese manto pesado que llevamos todos sobre los hombros, invisible, sí, pero pesado como un saco de cemento. Cuando he intentado levantarme, erguirme, he comprobado que no hay nada, que no pesa nada sobre mis hombros ni sobre mi cabeza, pero inconscientemente a los dos segundos estoy otra vez encorvada y sintiendo que no puedo más.
Pero eso empezó a terminar con el almuerzo de hoy, con las tres copas de vino que me bebí entre croqueta y croqueta.
Mi sentimiento no es de tristeza, no me desborda ahora mismo la nostalgia ni la depresión, sino la rabia y el rencor que llevo por dentro. Ese es el peso que estoy arrastrando hasta la cima. Porque la promesa siempre fue: hay un lugar mejor, una cima que hay que escalar. Pero nadie dijo que llegando al punto la roca se iría abajo, rodaría por la pendiente hasta la falda y que hacía falta mucha voluntad y mucho coraje para volver con ella a la cima. Lo que nadie me ha dicho todavía es cuántas veces debo repetir la acción y, en consecuencia, yo me he respondido: esta es la última vez. De ahora en adelante, lo que arrastre, lo que suba o lo que baje, será por voluntad propia. Se acabaron los mitos. Que se derrumben las montañas, que se deshagan las fantasías y los sueños. Seguiré por donde diga mi entender y se me dé la gana: ni Dios ni César. Solo yo.
Mañana sabrán por qué.