- A mí que me dejen así; para qué estar cambiándose si en cualquier parte es igual.
- Yo digo lo mismo: comida y más comida; así los hijos se crían solos.
- Y no tienes el susto de morirte envenenada.
- Ni de los vigilantes.
- Ni el clima.
- El clima no es problema. Las persecuciones, sí.
- Y aclarar la raza.
- Y dilo, ya quedan pocos negros.
- Y pocas negras.
- Allá los albinos, ja ja ja.
- Pero ellos no se enferman.
- ¿Y quién dijo que yo sí?
- Pero enfermas a otros.
- Que se mueran, a mí qué.
- Nos odian.
- A mi qué.
- Ni a mí.
- Por lo menos estamos en los libros de historia.
- Así mismo.
- Yo prefiero esos y no los de biología.
- Pero aquí no sabemos nada de pomadas ni lociones.
- Ni de sida.
- Es bueno saber de todo.
- Anda donde no te han llamado y vas a ver cómo apestas.
- ¿Te crees blanca?
- Mi madre era blanca.
- Pero tu padre es un negro de vientre plomizo.
- Tú que sabes.
- ¿De quién es esa camada?
- ¡Devergonzada!
- ¡Vete a ahuecar dentina!
- No te hagas la de río que vives en un caño.
- Por ahora.
- ¡Tan fina, la reina de la alcantarilla!
- ¿Qué chillas?
- Vaya, vaya, con rima y todo, ¿qué te crees?
- ¡Qué detestables!
- No reniegues de la familia.
- Dirás de la especie…
- Daría cualquier cosa por largarse de aquí.
- ¡A vivir con topillos, comadrejas, tejones y ginetas!
- A que te coman las culebras.
- A respirar oxígeno.
- Qué sabrá esta de la sierra.
- Ya puso ojos de vaca aburrida.
- Hasta un día…
- Qué manera de chillar.
- ¡Viene el turbión!