Con casi cuarenta y cinco años cuesta aprender a usar herramientas que son pan comido en el mundo desde hace décadas. No para nosotros. No para mí. Lo que uno alcanza a ver en la internet dentro de Cuba es más bien poco: páginas culturales (hace escasos años entrar al sitio de Cubarte era casi imposible, entre el ancho de banda, la conexión vía módem, una sola PC para diez o doce del "colectivo" de trabajadores y las dos o tres reuniones diarias, apagones, en fin...; así que otros sitios de "afuera", ni hablar), Granma, Juventud Rebelde y las webs de las instituciones y organismos estatales.
Hace poco, invitada a la presentación del primer título del sello editorial Caldeandrín, del que soy editora, una amiga me preguntaba, ¿estás en Facebook? Mi estupor fue una respuesta elocuente. Si eres escritora, tienes que estar en Facebook, dijo concluyente.
No lo consideré hasta que me llegó una invitación a pertenecer al grupo Amancieros por el mundo. Curiosamente Televisión Española trasmite un programa que sigo semanalmente, Españoles por el mundo; o sea, ¿que yo también puedo decir dónde estoy, por qué vine, qué hago y cuánto de bello y bueno tiene la ciudad en la que vivo?, me pregunté y ni corta ni perezosa, acepté. Ha sido revelador. Me estoy encontrando con personas que dejé de ver hace veinte, veinticinco años, que apenas me recuerdan; sé dónde están otros cuyos nombres me suenan en la cabeza o evoco en sueños (de esos que tiene una de vez en cuando y en el que aparecen rostros conocidos, unos con unas edades y otros más viejos, pero todos en un mismo espacio y tiempo, no se sabe por qué), algunos que quise contar entre mis amigos o de los que quise ser amiga, pero no fue posible mientras yo tuviera doce o catorce años y ellos casi veinte..., y los que permanecen, fieles al pueblo del que nos marchamos los otros, el que más y el que menos, hace ya tiempo.
Creo que todos somos los de siempre; apellidos que siguen habitando en La Carretra, El Batey, la Calle de los Cocos, la del cine (nadie dice Calle Cé), La Aurora, El Uno, La Esperanza..., los barrios de toda la vida, por donde hemos caminado los Anias, los Camblor, los Fornet, los Tiá, los Fuente, los Álvarez, los Cardoso, los Fernández Rey, los Espeso, Los Revolta Falls, los Reynó...; los que siguen escuchando cada día "la onda del Guacanayabo" desde La Pista o desde el Cupet, los que van cada día al trabajo en coche (tirado por caballos, como decimos en cubano a esos carruajes del diecinueve) o en bicicleta, los que sueñan con terminar de construir su casa "con esfuerzo propio" para recibirnos a nosotros que no vivimos "la lucha" del pan nuestro de cada día...
Aprendí que Facebook no es únicamente una herramienta para "construir" redes sociales, sino una forma de acercar los puntos cardinales, no importa si unos viven en Barcelona y otros en Miami, Santo Domingo o México: basta con hacer click y estamos viéndonos, hablándonos, sabiendo qué pasa en la vida, la familia y los ámbitos de cada cual...
Pero en un Muro solo puede escribirse un centenar de palabras. Y eso no me basta ni para comenzar. Necesito decirlo en más de dos párrafos. Para eso tengo este blog.
Pertenezco a una generación intermedia: supe lo que fue un ordenador cuando aparecieron en el Pedagógico de Camagüey los Toshiba, con sus teclados inteligentes; de ahí a las LTEL y luego a los Pentium (esto de Dual Core no crean que lo tengo muy claro). Para mis sobrinos postear debe ser como coser y cantar; a mí me basta con saber que cuando hago click en Nueva entrada y después en Publicar, alguno de esos amancieros por el mundo o los de allí, los del Pancho, me leerá y sabrá que formo parte de esa familia.
Bienvenida a Amancio la era digital.