Anoche fue una noche memorable para mí. Fui la poetisa invitada a la charla coloquio spbre poesía que cada año, a la entrada de la primavera, tiene lugar en el Aula de Poesía José Hierro, un espacio de literatura que coordina el poeta José María Muñoz Quirós. No era mi noche, por cierto, pero todo resultó inesperadamente interesante, pues los asistentes (a pesar del partido de fútbol de la Selección nacional vs Venezuela, o la Vinotinto, como gusta llamarla Chávez) llenaron el Episcopio en Ávila.
Durante una hora mientras comentaba y leía, estuve inquieta como no lo he estado en Cuba en estos u otros actos más multitudinarios: el silencio era absoluto. Y es que en Cuba en esto de la poesía nadie se está en silencio hasta el final (que no se diga que somos menos, somos distintos): alguien pide que repita la lectura de tal o cual poema, el otro se salta el protocolo para ofrecerme un trago de su vaso (allí la poesía se acompaña con ron..., siempre que se puede, ¡y qué bien sabe la combinación!), o yo misma paro y me doy un trago, que para eso tengo una petaca "cargada" siempre con Havana Club Añejo Blanco (piensen lo que quieran, que el lector cubano ya me entiende).
Pero el final me dio las claves. Les dejo los clips de audio y verán si tengo o no razón:
Vengo de la décima
Yo no sé lo que son las musas
El adios que no termina
Injuriada rosa de los vientos
Sobre mí el peso de la isla