Las extrañas colecciones de Miguel. Sitio web del artista |
Querido amigo:
No, no sabía nada de esto, aunque sigo a diario noticias que se publican en un par de blogs que me llegan al correo y en los que creo, puesto que publican imágenes y videos para demostrar la veracidad de lo que dicen.
Leo atentamente y concluyo un par de cosas: primera, la valentía y serenidad de PPO al publicar opiniones muy ecuánimes, sólidas y atinadas que comparto plenamente y segunda, la continuación de la cruzada en favor de la censura de los intelectuales.
Podría calzar las reflexiones que te comento a continuación con muchos argumentos que he ido madurando a lo largo de semanas y meses de lectura, no solo literaria, sino de prensa de derecha, de izquierda y del centro, socialdemócratas, populistas, radicales de derecha y de izquierda…, en fin, información en general que me sirven para pensar por mí misma, cosa tan complicada allá cuando te falta información y tienes que exprimirte todo lo que tienes, no solo el cerebro, para llegar a conclusiones a sabiendas de que puede haber convergencias y divergencias en los puntos de vista a los que llegas cuando estás aislado y censurado por completo.
Pero me centraré en dos cosas. La primera tiene que ver con la democracia española, no democracias europeas, de las que no sé mucho, porque aunque te parezca poco verosímil en Europa cada cual se centra en sí mismo, como si la unión no existiera (aquí he aprendido que es solo una unión económica entre comillas, nada de política, no existe una unión política, aunque no haya fronteras que, por otra parte, dos o tres han cerrado últimamente rompiendo los acuerdos de Schengen, pero en fin, a lo que voy: la Unión Europea sirve para que haya un europarlamento donde van unos señores a ganarse buenamente un dineral; una Eurocámara para ídem, etc.). Te digo que en democracia existe la dictadura de partidos políticos y de medios de información, nada menos que esos dos poderes, amén de la dictadura de los bancos, pero ahí no entraré de momento. Da la casualidad de que en 2008 llegué una semana antes de las elecciones generales, así que vi el final de una feroz campaña electoral en la que los dos principales y poderosos partidos se desollaban por ganar votos, eso sí, en nombre de los ciudadanos y ciudadanas, como gustan decir aquí para evitar el lenguaje incorrecto si se obvia el sexo femenino en el discurso. Y vi como fue ratificado José Luis Rodríguez Zapatero cuando muchos creíamos que iba a ser derrotado. Es el presidente de gobierno más incompetente que ha conocido la democracia española.
Hace quince días hubo elecciones municipales y autonómicas y otra vez vi de principio a fin la campaña electoral, los partidos en lidia, los discursos, mítines, reuniones con unos y con otros y otra vez promesas de un color y de otro, y otra vez todo en nombre de los ciudadanos “que nos han dado su confianza para que los representemos”. Han pasado quince días y todos los ganadores están hinchados de gloria, tanto que se empiezan a olvidar de sus promesas electorales porque están más ocupados en sacar cuentas a ver cuánto dinero entrará en sus bolsillos en los próximos cuatro años, qué relaciones pueden establecerse para el día después cuando hayan transcurrido esos cuatro años y a quién le debo favores para empezar a pagarlos, o más bien para recibir a quienes llegan rápidamente a cobrarlos.
Conclusión de este primer tema: la política en dictadura o en democracia siempre apela a los ciudadanos, habla en su nombre, toma decisiones en su nombre, gobierna en su nombre, pero sin su molesta presencia que hay que acallar de la forma que Dios dé a entender, como dicen los de aquí. Me ha decepcionado tanto la democracia que la única diferencia que encuentro con las dictaduras son los modos de represión. No voy a afirmar ahora que da lo mismo un sistema que otro, solo digo que me asquean igual, pues si bien en dictadura se llega a la represión física, al daño psicológico y espiritual, en democracia la represión se viste con otros ropajes más sutiles, pero igualmente secuestradores de la voluntad individual. ¿Que aquí puedes ir donde te plazca sin pedir permiso? Es cierto, pero cuando se dicta una ley en tu nombre, votada por quien te representa, sin que tú hayas intervenido para nada, no te queda otro remedio que cumplirla, aunque vaya en contra de todo aquello por lo que votaste a tu congresista, que nunca se parará a conversar contigo porque va en un carro oficial, con escolta y todo y no puede detenerse en nimiedades como esa de hablar contigo, ocupado como está en irse al Congreso a votar más leyes para justificar los 6000 € de sueldo mensual (sin contar las dietas y otras miles de necesidades “cubiertas” con tu dinero). Asquea, decepciona y te lleva a pensar que los modelos de sociedad están hechos a imagen y semejanza de los mortales, no digo simples mortales, sino los otros, los políticos que, dicho sea de paso, se consideran inmortales.
Segunda idea: Lo último que he leído es una novela de una escritora estonia, considerada revelación en Europa, con libros traducidos a no sé cuántos idiomas y no sé cuántos miles de ejemplares vendidos. La escritora, Sofi Oksanen, ubica la acción de Purga en el oeste de Estonia en 1992, es decir, a pocos años de la caída del muro de Berlín. Te digo que pone los pelos de punta leer hasta dónde llegó el régimen soviético desde los finales mismos de la guerra mundial hasta el año en que Oksanen narra la historia, desastre de Chernobil incluido, dos temas que las historias publicadas allá nos han contado de forma muy distinta. De modo que es una cuestión de sistema y el nuestro no ha sido el más feroz, o por lo menos si lo ha sido, que tampoco lo dudo, ha tenido más sutilezas para evitar a la opinión pública, lo cual se consigue con extrema facilidad teniendo bordes tan bien delimitados y fácilmente controlables como sus fronteras terrestres.
¿Solución? Hundirse en la literatura. Me dirás que para qué, si no es posible publicar lo que uno escribe, o por lo menos donde uno quiere ser leído, escribir para que los demás piensen en nosotros, con nosotros, para que vean el mundo a través de la sensibilidad artística… Me dirás, ¿para qué si mira como termina Pedro Pablo Oliva? Él no ha renunciado a ser un artista.
Cada vez que leo o veo o escucho una nueva noticia de nuevas medidas, posibles cambios, otra vez promesas y otra vez la petición o la exigencia mejor dicho, para que cada uno dé lo mejor de sí (que ha sido entregado tantos miles de veces ya en medio siglo), se me revuelven las tripas y no sé qué hacer, qué pensar porque mi único sentimiento es de impotencia. Esta vez, con esta noticia, también tengo las tripas revueltas y también me siento impotente.
Un abrazo. Seguiremos existiendo, tal vez esa es nuestra única defensa y nuestro único argumento: a pesar de tanta miseria humana, seguimos existiendo.