Pensar a Cuba, pensarnos, explicar cómo nos vemos, cómo creemos ser vistos...

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domingo, 23 de mayo de 2010

Teleología del desarrollo: de la espiral al péndulo (fragmento)

Si todo lo que hemos organizado obedece a valores alternativos, el movimiento también debería entenderse en este sentido: ida y regreso; recorrer lo ya recorrido, pero no linealmente, sino considerando los senos y los valles. Hablamos, por lo tanto de las oscilaciones de un péndulo: ida y regreso, ascenso y descenso. Si a ello unimos la idea de la «complicidad universal de las formas corporales», debemos admitir la idea de la oscilación simbólica donde la concatenación de los objetos y los sujetos explique el movimiento de las sociedades.

Tal movimiento induce a pensar también en el desarrollo; esto conduce a la aseveración de que el desarrollo no se produce de forma ascendente, sino solo en su sentido de desenvolvimiento, lo cual tampoco alude a ritmos, aunque desenvolvimiento y ritmo sean dos categorías que afecten todo el movimiento simbólico.

Si el intercambio simbólico hace posible la reversibilidad del desarrollo, entonces ha desaparecido el movimiento lineal, puesto que se trata ahora de ida y regreso; en consecuencia la espiral no existe, solo existe el movimiento del péndulo, que no se opone al movimiento de rotación de la tierra, desde J.B. León Foucault hasta nuestros días.

¿El universo aleatorio, la superposición de las causas y los efectos es lo que ha condicionado el carácter de este movimiento? ¿Ha sido siempre el recorrido de ida y regreso el modo en que las oscilaciones han transitado? ¿O es que hemos tardado siglos en descubrir que es el mundo en que vivimos quien nos piensa, quien nos describe y, por ende, quien nos mueve en un sentido o en otro? Y aun antes, ¿qué provocó la desviación original? ¿Cuál es el punto fijo, el inicio, lo que Leibniz llama «conatus»?

Si, como se ha dicho, la tecnología ha venido a fijar conceptos hasta entonces tenidos por otros, vivimos en un mundo virtual y el movimiento (desarrollo) también lo es. El juego ha consistido en caminar hacia el horizonte; pero en ese juego de apariencias, de lo simbólico, estamos realmente frente a dos horizontes virtualmente admitidos como uno y el mismo: caminamos en el sentido de ida y no nos hemos percatado de que en realidad hemos tocado el límite y vamos camino de regreso; en realidad estamos mirando el horizonte del regreso.

Que vivamos en un mundo aleatorio (¿caótico?) viene a confirmar la idea de que no se trata de un movimiento unidireccional del desarrollo; si además formamos parte de ese movimiento, entonces el pensamiento también es aleatorio y la fractalidad de la sociedad no obedece a las leyes tradicionalmente reconocidas como el devenir de causa efecto y la concatenación sin grietas, sino de los eventos azarosos a los que estamos cada vez más expuestos.

«La abstracción de nuestro mundo se adquiere de aquí en adelante, y desde hace tiempo […] en un mundo diferente, portando los mismos estigmas de la indiferencia». ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde camina el hombre y hacia dónde las sociedades?

Con qué nos hemos encontrado más allá de las abstracciones no es la pregunta, sino qué busca el hombre. El su intento de perfeccionar su creación ha traspasado todas las tentativas de fundar; no viaja hacia ninguna parte, porque no hay donde ir y aunque no sea consciente de ello, no deja de reaccionar con indiferencia. Las sociedades van camino de su «banalización». En el afán de perfeccionar, por ejemplo, las democracias, se la llegado a la simulación y una vez «desencarnadas» estas, se llega a la indiferencia. Dónde están sus límites, sus horizontes y su «mónada», es algo que el ser humano no puede ver, porque asomarse a esta verdad supone haber encontrado la suya propia, en tanto es la verdad quien tiene al hombre y no a la inversa.

¿Cómo se concibe un más allá del bien y del mal sin medios para retroceder? ¿Qué energía sigue alimentando el punto de irreversibilidad? Solo aquello que se multiplica, que se reproduce interminablemente. Pero, ¿bajo qué paradigmas? El agotamiento de los conceptos de «valor» y «creación» es un signo preclaro de arribo al final. Pero si hay un punto crítico que tiende al infinito, una energía que sigue alimentando ese punto, necesariamente han de existir paradigmas. Que esté agotada la capacidad de crear no niega que pueda acudirse a lo ya creado. Aparecen las nociones de extenuación, cuenta atrás y agotamiento, que vuelven a ser interminables. En una palabra: el horizonte de regreso [...]